De pequeña me decían que no me fuese con extraños, pero cada noche que cojo un taxi desobedezco a mis padres.
No sólo me voy con un desconocido, sino que tengo que confiar que me va a llevar sana y salva a mi casa.
Y no me vais a negar que tal y como están las páginas de sucesos, subirse a un taxi es una gran hazaña. Un acto de confianza por así decirlo, pues viendo como esta el patio...
En fin, que después de que a una le cobren casi 10 euros de carrera coja el taxi en San Miguel o en Delicias…ya no sabes si cuando se desvía por el Canal es para atajar o para llevarte a un sitio oscuro para sacarte un riñón.
Y todo por no obedecer a los padres,ayy…
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